
D. CH. Lo primero que tenemos que tomar en cuenta es que lo que nosotros llamamos una persona, es de hecho el universo fingiendo ser una persona. Nuestro cuerpo es tierra reciclada, nuestras emociones son energías recicladas y nuestras ideas son también ideas recicladas; somos parte del reciclaje universal. Cuando comprendemos que somos parte de esa red de vida y tenemos una reverencia para esa red, contribuimos no solo a nuestra propia sanación, sino también a la restauración del universo. Esta es una idea muy difícil de comprender para mucha gente. La gente dice:
-Yo cambio, pero el ambiente a mi alrededor no cambia, es muy estresante. Y tenemos que comprender que ese ambiente es una proyección de nuestras propias conciencias. Si en verdad estas totalmente en paz donde quiera que vayas, la paz sucede a tu alrededor.
F.C. Necesariamente tengo que insertar un tema de actualidad, porque hablamos de la paz de los sucesos... definitivamente el mundo el 11 de Septiembre cambio su historia contemporánea a partir de los sucesos acaecidos en New York y Washington. Luego del instinto de querer venganza, ahora la gran pregunta es: ¿Qué hacemos? ¿Cómo vamos a lograr la paz, cuando la seguridad se nos hizo añicos?

Es obvio que la política y la diplomacia tampoco ayudan entonces, ¿qué nos queda? solo una transformación fundamental de nuestra conciencia colectiva. Lo que vemos como el mal es solamente la manifestación superficial de un profundo desbalance en el alma humana, en el alma colectiva.
La violencia es la manifestación del odio, el odio es la manifestación del miedo y viene cuando la gente siente que su seguridad, que su supervivencia, que su propia autoestima está en riesgo. Lo que estamos viendo es un fenómeno tribal que ha existido en sistemas feudales y ahora ha escalado a dimensiones globales, porque estas tribus feudales ya se han convertido en una aldea mundial. La única solución a largo plazo es lograr dejar de pensar en nuestros intereses individuales y reconocer que estamos conectados a esa red de vida; que ese niño que está muriendo de hambre en Afganistán o en el Congo tiene un efecto directo sobre cada uno de nosotros.
Los norteamericanos son gente amable, amorosa e inclinados a la filantropía pero también su conciencia está aislada del propio ser, es parroquial y hay que ir más allá de esos límites.
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